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The Crow 2024: Por suerte siempre tendremos la original

The Crow 2024 Reseña Portada
La nueva adaptación del cómic de James O’Barr ofrece una desilusionante experiencia aun si se tienen muy bajas expectativas. Una historia de amor con deficiente desarrollo, elementos que nunca se explican y una venganza que nunca cobra relevancia. Lo que sí se rescata es que se convierte en una oportunidad para recordar por qué la película de 1994, con un Brandon Lee inolvidable, será siempre un clásico.

Comienzo esta reseña con una especie de disclaimer: fui al cine a ver The Crow 2024 (Rupert Sanders) y si bien mis expectativas no eran enormes, no estaba en plan odio. Pensé que una nueva adaptación del gran cómic gótico de James O’Barr de fines de los ‘80 podría resultar interesante, una visión distinta a la de Alex Proyas y Brandon Lee en el excelente clásico de culto de 1994. ¿Por qué no? Existen decenas de adaptaciones de libros, por ejemplo, ya lo comentábamos hace unos meses en relación con Drácula. Y, de hecho, The Crow cuenta incluso con una serie de televisión y varias películas de clase B.

Además, me llamaba la atención ver el producto final de uno de los proyectos más infames de las últimas décadas, un intento que pasó años y años en el infierno de producción sin señales de vida, con varios directores y actores sumándose y abandonando el barco.

Así que, cuando me senté en la butaca lista para sorprenderme con la película dirigida por Sanders, no venía predispuesta a odiarla (algo que, admito, me ha pasado cuando el sesgo viene desde antes de ver la proyección por primera vez).

Sin embargo, hasta mis más bajas expectativas no podrían prepararme para el resultado: The Crow 2024 es absurdamente mala. Mala con gusto. Tan mala que comete el máximo pecado del cine: es aburrida. Ni siquiera entretiene. Peor, es imposible verla sin hacer comparaciones con la versión de 1994.

La película protagonizada por Brandon Lee, fallecido en un accidente extremadamente evitable en el set a la temprana edad de 28 años y a solo días de finalizar la grabación, tiene también sus deficiencias –y muchas perdonables bajo el contexto de su producción–, pero cuenta con sintonía y una esencia notoria de querer entregar una historia no solo mediante las actuaciones, sino que con su estética donde la ciudad es otro más de los personajes. Sin The Crow, difícilmente Proyas hubiese dirigido Dark City (1998), y sus influencias se pueden encontrar incluso en el Joker de Heath Ledger.  

No es una película perfecta, pero es una excelente oportunidad para disfrutar.

A diferencia de la de este año.

¿De qué va la nueva trama? Shelly Webster (FKA twigs) es una joven con un misterioso pasado que es perseguida para ser silenciada y asesinada. En un centro de rehabilitación de drogas conoce a Eric Draven (Bill Skarsgård), de quien se enamora, y juntos escapan del lugar comenzando un romance. Pero ese pasado los perseguirá hasta asesinarlos. Eric vuelve de aquel fatídico hecho para cobrar venganza, no sin antes tener que comprender sus poderes y el motivo del asesinato de ambos.

Como comentaba, es imposible hablar de la película actual sin mencionar a su antecesora. Algo que la de 1994 hace muy bien es entregar una historia de terror, de cacería, de personas muriendo una por una como si se tratara de un film slasher… solo que todo se encuentra relatado desde la perspectiva del asesino, quien es también el héroe. Si en la primera versión a los 15 minutos de metraje Eric Draven se preparaba para iniciar su venganza –en una escena impecable con ‘Burn’ de The Cure tocando de fondo–, en la nueva tenemos unos detestables cuarenta minutos soportando un insípido romance para recién ver un poco de acción.


 

Y me detengo también en el romance. En la versión de 1994 a Eric y Shelly solo los conocemos mediante flashbacks. La película comienza con la escena del crimen donde fueron asesinados y solo es a través de Eric y Sarah (Rochelle Davis), la preadolescente que la pareja cuidaba, que vamos consiguiendo más detalles sobre su malogrado romance. Sabemos que se iban a casar el día después del ataque, que llevaban años juntos, que se amaban, que estaban tratando de generar un cambio social en una ciudad de mierda: que los unía el lazo de tratar de ser personas decentes en un mundo horrible.

Con esa información, aún pequeña, se cumple la tarea de que la audiencia confíe en que ambos se amaban y, sobre todo, que le importe la relación. El dolor de Eric al despertar y salir de su tumba, al volver a su destruido hogar, su solo de guitarra, su final; son señales que permiten construir la historia sin necesidad de entregarle más tiempo en pantalla. La producción no subestima a los espectadores y da por hecho de que pueden unir los hechos y la emocionalidad de la excelente actuación de Brandon Lee: la pérdida de su amor y su deseo de venganza y justicia.

En la nueva película, si bien pasamos minutos y minutos con Eric y Shelly, el romance nunca despega. Es una versión más inmadura de otras terribles relaciones como la de Twilight (2008). ¿Por qué se aman? ¿Cuánto tiempo pasan juntos? ¿Es solo drogas y sexo lo que los une? ¿Por qué tienen que importar sus muertes?

Para ser una adaptación que se suponía explicaría la gran historia romántica detrás de la venganza del protagonista, The Crow 2024 no logra su objetivo.

Y el argumento en sí, es horrible. Tiene más agujeros que un calcetín viejo. En un momento es mejor dejar descansar al cerebro y dejar de preguntar ¿cómo? o ¿por qué? The Crow no busca responder preguntas, solo verse cool y profundamente pretenciosa.

(Alerta de spoilers para ambas versiones)

Si en el film de 1994 un tema central es la resiliencia ante la corrupción y mantener cierta pureza bajo la adversidad, partiendo de la base que Eric y Shelly son asesinados precisamente por tratar de oponerse al status quo, la nueva película no tiene mensaje social. Solo de superficie, pareciera que hasta se mezclaron dos guiones donde lo único en común era lo sobrenatural. ¿Qué motiva al villano o cómo consiguió sus propios poderes? (Encarnado por un correcto Danny Huston). 

Y Eric, oh, Eric. ¡Masacraron a mi muchacho! Admito que parte de mi interés original en la nueva es porque me gusta mucho Bill Skarsgård y si bien hace lo que puede con el material, y nos deslumbra con sus abdominales, el guion desperfila al icónico personaje. Eric Draven es una figura perturbante y melancólica, un no-muerto y no-vivo con voz lírica y líneas poéticas alusivas a Poe clamando por justicia. En la primera versión es imposible olvidarlo tirándose de un techo y riendo de forma macabra; burlándose de Funboy (Michael Massee) al recibir un disparo en la mano; interviniendo a Darla (Anna Thomson), la madre de Sarah, para que deje su decadente vida; u ofreciéndose a Top Dollar (Michael Wincott) para salvar la vida de la muchacha a quien cuidó.

Creo que el Eric de Brandon Lee no tendría problemas en hacer con su versión más reciente lo que hizo con la triste Darla. Y es que el nuevo es un pelmazo, pasa más de la mitad de la película sin agencia propia, pasivo, sin saber qué hacer. 

Y una vez que se convierte realmente en El Cuervo –peor aún, casi al final de la película, en el tercer acto–, no es más que otro de los típicos asesinos rudos y oscuros: sentarse al lado de su amigo muerto, sin ninguna señal de impacto versus Eric tratando de salvar a Sarah y al detective Albrecht (Ernie Hudson) –¿Dónde están los secundarios que en la original le dieron corazón a la narrativa?–, solo deja ver que es una adaptación que nunca intentó ser una historia real, solo una unión de escenas para que alguien las comparta por TikTok y las viralice (pero ni eso le ha funcionado porque la película ya se está convirtiendo en uno de los peores desastres de taquilla de este año). 

Lo anterior es notorio en la mejor escena, y la más sinsentido –quizás, hablamos acá de un film lleno de estupideces y malos diálogos–: la de la ópera. Eric, ya convertido en El Cuervo, llega a vengarse de los culpables de sus muertes en medio de una presentación de Robert Le Diable, de Giacomo Meyerbeer. Acá la película recuerda que algo de acción debe tener porque Eric empieza a enfrentarse con los guardias del lugar en una secuencia que no tiene nada que envidiarle a John Wick (2014, Chad Stahelski –quien, como dato, fue el doble de Brandon Lee en la de 1994, tras su fallecimiento–), con gore y mutilaciones explícitas de primer nivel.

Pero de nuevo ¿por qué? ¿Cómo nadie se da cuenta? ¿Esos guardias son de la ópera o secuaces? Nuevo Eric no les da ni un momento para ofrecerles una oportunidad de redención como el de Brandon Lee, no, acá lo que queremos es algo cool y listo para ser viralizado. El cierre, estúpidamente espléndido, con Eric saliendo al escenario y lanzando cabezas a una audiencia completamente inocente es la guinda que corona una torta sin sabor. ¿Para qué traumatizar a esa gente? 

La pelea final tampoco tiene sentido. La película pasa tanto tiempo sobre explicando cosas que la audiencia sí entiende, y tan poco entregando información sobre todo lo que es confuso, que el tercer acto y el villano, en general, no logra un buen cierre. Y, una vez más, no puedo no mencionar a la de 1994 y ese final donde no es Eric, sino que Shelly, mediante las memorias de aquella horrible noche en que no logró sobrevivir, la que vence a Top Dollar. Shelly, quien siempre estuvo penando la narrativa tiene también un cierre en su historia, a diferencia de la nueva Shelly que solo es una damisela, inútil y un poco estúpida (FKA Twigs como actriz es muy buena cantante).

En conclusión, si bien siempre recomiendo formarse su propia opinión, en este caso si les es posible evitar The Crow 2024 será la mejor decisión que podrán tomar. Con el mismo tiempo mejor en Youtube pueden ver la de 1994 y maravillarse con Brandon Lee convirtiéndose en El Cuervo en la película con la que coronó su tristemente corta carrera –y pensar en todos los excelentes papeles que podría haber tenido–.

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