Por: Marcelo Salazar Medina.
Foto de portada: Foto Sunshine
Todo comenzó en octubre de 1995, mientras buscaba práctica profesional de publicista en un diario. El día exacto se le escapa, pero su memoria lo sitúa cercano a la peregrinación a Los Andes, es decir, al segundo sábado del mes. “No tengo idea cómo fue. Yo creo que la gracia divina existe. Te juro que eran dos líneas que decían ‘se buscan luchadores para programa de televisión, no importa experiencia’. Y un número para llamar”.
–¿Dónde estaba eso?
–En el diario, en El Mercurio.
–¿Pero dónde? ¿Así como en los avisos clasificados?
–Sí, hueón. Me parecía una locura. ¿Cómo que no importaba la experiencia? Me acuerdo que llamé y me respondió mi primer profe, Miguel Ángel Fanani, quien me citó al Teatro Caupolicán para un entrenamiento, aunque fue un poco traumática la hueá.
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De niño, Perfecto Bundy no se perdía Titanes del Ring (1981), el primer programa de lucha libre transmitido por televisión abierta en Chile. Él no tenía más de 9 a 10 años cuando juntaba las camas para hacerle suplex a las almohadas y le sacaba los calzones a escondidas de su mamá para creerse, aunque fuese un rato, uno de sus luchadores. Entre sus favoritos están: Ángel Blanco, El Faraón, Gladiador Romano, Drácula, Mister Chile, La Momia y El Loco del Ring.
Más de 40 años después, sentados en unas bancas de un mall capitalino que nos queda cerca a los dos, este alto y grueso luchador de Conchalí revivió con humor esa llamada que cambió su vida. Fanfani, su interlocutor, era un ex Titanes y una figura histórica de El Cachacascán, como se conoce a la exitosa lucha libre chilena en la época de los 60 y 70. Con una entonación exagerada y arrastrando las eses, el comienzo de esta conversación fue con su imitación a la voz desconocida que respondió al otro lado de la línea.
“¿Cuál es tu nombre? —Mi nombre es Andrés, señor, Andrés Cid—. ¿Y tú qué haces? ¿Estudias, trabajas? Era chistoso porque a ratos sonaba medio español, y de pronto se volvía caribeño. No entendía nada”, recordó divertido. “Me preguntó la edad, cuánto medía —1,80— y cuánto pesaba —105 kilos—. ‘Debes ser gordo’, me dijo. ‘¿Qué chucha le pasa a este señor?’, yo pensaba”.
En su memoria, ese primer entrenamiento traumático está grabado, como que hubiera ocurrido hace unas horas. Llegó con al menos media hora de retraso, lo que intensificó sus nervios tanto como el silencio que se hizo cuando todos lo vieron entrar. Sintió el peso de cada mirada hasta que apareció Fanfani, a quien reconoció por la voz y porque lo tomó del brazo como si fuese un premio que esperaba hace mucho.
“¡Esto es lo que yo busco!, se puso a gritar. Y yo así como ¡suéltame el brazo, viejo culiao! Delante de todos, hueón. Habían puros negritos chiquititos, pelos duros, de 1,42. El más alto tal vez midió 1,60. Y éramos varios gorditos, aunque yo era el más alto. Todos mirándome con caras de odio”.
Hasta entonces, Andrés Cid no se consideraba deportista. Estudiaba en el instituto, solo jugaba fútbol los fines de semana y de repente estaba haciendo volteretas, saltos, corridas y movimientos similares a los de las estrellas que siempre vio en televisión. Pero no fue fácil, se exigió al máximo y tras ese trabajo físico, sus talones quedaron tan magullados que no pudo levantarse de la cama al otro día.
–¿Tan exigente fue?
–Sí. En un primer momento yo pregunté si íbamos a hacer pesas y el profe me dijo que necesitaba luchadores, no fisicoculturistas. Lo primero era mover la raja. Es distinto hacer un tipo de elongación cuando empiezas desde cero, como en mi caso. Yo que solo jugaba a la pelota, nunca fui alguien muy aplicado. De hecho, creo que eso también me pasó en la cuenta a lo largo de la carrera, porque no soy muy disciplinado para algunas cosas.
–¿En qué sentido?
–Tengo la mejor de las intenciones cuando parto, pero soy como distraído. Podemos estar hablando y te digo mira el auto azul y me pierdo. ¿Cachai? Los entrenamientos eran de 17:00 a 20:00, de lunes a viernes. El primero que tuve fue un miércoles, no fui al día siguiente por el cansancio y después supe que falleció un amigo muy querido de mi papá. Le avisé al profe, falté el viernes por el entierro y después no volví a la semana siguiente porque me dio hepatitis. Estuve seis meses sin hacer nada.
–Chuta.
–Y yo siempre llamaba al profe, él era súper paranoico. Yo creo que pensaba que era un periodista infiltrado que iba a contar los secretos del mago. Cuando volví, me esforcé y me gané su confianza. Era como la estrellita que tenía, por decirlo de alguna manera. Incluso, él me presentaba al resto como que tenía 15 años y una beca en la universidad, porque a esa edad supuestamente ya estudiaba periodismo.
–¿Y tú qué decías?
–Yo como profe, no es así, yo estudio publicidad y ni cagando tengo 15 años. ¡Tengo más de 20! “Cállate”, me decía despacio. Me acuerdo que me agarraba del brazo cuando se iba en esas voladas creativas. Yo con cara de hueón no más. Tengo una teoría que no necesariamente es verdad, pero que he visto mucho. Tiene que ver con la normalidad, algo súper complicado de encontrar en el mundo de la lucha. Casi siempre es al contrario, gente que está fuera de la norma. No estoy diciendo ni que estén locos, ni que sean buenos o malos, pero mientras más cagado está el luchador, transmite algo diferente y por eso llama la atención.
–Es como con los artistas…
–En la publicidad está la máxima de que es difícil decir que eres el mejor, pero sí que eres diferente. Es un ejercicio que una vez nos hizo Al Snow cuando vino a Chile y que es una de mis críticas a los cabros de hoy en día. Él decía: “dos metros, pelo largo, tatuaje, muy blanco, vestido de negro”. ¿De quién estaba hablando?
–The Undertaker.
– Ya. Y si decía: “rojo, máscara, fuego”, ¿quién era?
–Kane.
–Pelado, cerveza…
–Stone Cold.
–Ceja…
–The Rock.
–Perfecto. Ahora hagamos lo mismo aquí. Si yo te digo cadena y pelado, puede ser Perfecto Bundy, pero si dices otras cosas y miras al resto, te das cuenta que puede ser este, este o este otro. No es una crítica a su calidad física, deportiva o de lucha. Me refiero a que ser distinto, a la larga, consolidó mi carrera. Me desmarqué del resto. Di con las teclas que debía tocar. Ahora, nunca intenté ser un imbécil. Me preocupé que todo tuviera relación. Terry Funk decía que por muy hardcore que seas, la “W” es por wrestling.
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Su debut no fue inmediato. Pasaron dos años antes de que peleara por primera vez en un evento organizado por Fanfani. Fue un caluroso día de enero de 1998 con el Caupolicán repleto. El aún no era Perfecto Bundy sino La Bestia Magnífica, su primer personaje sobre la lona.

Su combate no fue uno más para rellenar: fue maint event contra Scanner, el estelar de la noche que cerró una jornada maratónica. “Un día miércoles que salí como a las doce de la noche, porque se hicieron como 11 luchas. Fue más largo que un día sin pan. Yo era como la súper estrella, La Bestia Magnífica venía de Colombia, asustaba, estaba entero de negro”. Se las arregló y ganó esa contienda, una que nunca lo tuvo tan feliz y deshidratado en su vida.
“Perdí como tres litros de agua en transpiración”, se acordó. Eso en gran medida fue por el mismo Fanfani. Fantasioso y poco dado a delegar, se encargó personalmente del vestuario de cada luchador. A Bundy le tocó una mezcla entre chaleco y body de lana, con una máscara unida en partes con neoprén que reforzó con algunas costuras improvisadas. Con el tiempo, ha llegado a extrañar este embozo. No la conservó, y aunque era incómoda y sofocante, siente nostalgia de tenerla ahora que suma 27 años de carrera.
–¿No te quedó algo más? ¿La vestimenta?
–No, porque era del profe ¿Y para qué? Yo tenía mis calzas y mis botas. Fanfani se hacía cargo de todo el resto porque decía que en cualquier momento uno se podía ir y llevarse las cosas. Conmigo se ofendió muchas veces. Como yo era crítico, cada cierto tiempo me ofrecía que me fuera. Una vez le conté que me iba a inscribir en el seminario, y cuando en otra ocasión le dije que me iba, me llamó y me dijo Andrés, tú que eres una persona de fe, ¿te das cuenta cómo me tratas? Yo le decía ya tranquilo caballero (ríe), cuándo quiere que vuelva. El profe era chamullento como él solo y ahí me di cuenta que el problema muchas veces no es que los que hacemos lucha libre seamos mentirosos, sino que perdemos la noción con nuestra propia realidad.
–¿De verdad? ¿A ti te pasó?
–Sí y por eso trato de mantener los pies sobre la tierra. Yo nunca he visto a ningún luchador intentar hacerlo mal. Todos nos subimos pensando que la estamos haciendo de oro, con mayor o menor concepto o formación. Pero de repente miro luchas y pienso que por favor se bajen y se vayan a entrenar con alguien que sepa. No con su vecino. Hasta el día de hoy veo tanto hueón perdido por la vida que siento que el problema tiene su base en una cuestión un poco más conceptual.
–¿En cuál?
–En preguntarnos por qué luchamos, por qué este personaje, y por qué esas cosas terminan siendo importantes. Lo veo en todas las dimensiones. Miro por ejemplo a AEW, donde nada tiene sentido, que se tiran de cabeza, se pegan con un mazo con alambres, se hacen cagar con clavos. Y muchos fans creen que eso está bien. El luchador también, por algo lo hizo, y hubo un promotor que le dio permiso. Pero eso a mí no me gusta. Asimismo, hay quienes son secos pero solo luchando contra cabras chicas o con muñecos. Esta postura es personal, porque claramente hay gente que lo defenderá, pero yo siempre digo que un mago no tiene que hacer evidente su magia o truco.
Si trabajas desde la fantasía, tienes que hacerla lo más creíble posible. Y si entrenas es para que sea así. Pero si terminas con una cabra chica o agarrándote a palos con el hueón más brígido del mundo, ¿valió la pena? ¿Tiene el mismo valor esforzarse a terminar con el hombre invisible y la muñeca infrarroja? El problema no es hacer comedia, sino saberla hacer para que no se diferencie de otros estilos de lucha.
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Perfecto Bundy es una leyenda que no se detiene, que sigue caminando entre nosotros. Con un estilo de combate mochero, supresor y enojoso, ostenta una de las trayectorias más extensas del wrestling local. Los lugares de Chile donde no ha luchado se pueden contar con los dedos de las manos, ha formado a destacados luchadores de la escena nacional y su nombre ha recorrido carteleras de muchas agrupaciones del circuito, incluida la suya; Sándwiches & Luchas.
Grande como un muro, es de esas personas que no pasan desapercibidas en los lugares que frecuentan. Cuando nos vimos llevaba una encendida polera naranja con su nombre en el pecho y su infaltable cadena galvanizada al cuello, la misma que luce sobre el ring y al momento de cocinar, su otra gran faceta.
En uno de sus últimos reels aparece con este llamativo collar, con polerón y con su delantal azul del programa MasterChef Chile, competencia televisiva donde fue semifinalista en 2017. Por esos mismos meses atravesaba uno de los momentos más intensos de su carrera. Era figura de CNL (Campeonato Nacional de Lucha), cabeza de cartel y uno de los favoritos del público. Ese año fue tan significativo para él que durante nuestra conversación sacó su teléfono y buscó en YouTube una promo especial: la de su lucha “Título vs Carrera” contra Boris Müller en CNL THE END, en modalidad súper libre, donde se quedó con el Campeonato Nacional CNL. Sus ojos se humedecieron y guardó silencio por unos segundos al terminar el video.
Vale la pena hablar del espectáculo que dio ese día. Perfecto Bundy apareció en el Club Chocolate con el peso de sus dos décadas de carrera, con su jardinera desabrochada y una polera sin mangas estampada con su clásica frase “Motivación”, la que brinda ante cada machetazo. Llevaba un gorro negro hacia atrás y, por supuesto, su collar metálico.
Al verlo entrar, los espectadores estallaron. Con la energía de Party Up de DMX rebotando en las paredes, bajó las escaleras del escenario y se instaló en la galería central para ejecutar su característico movimiento de brazos junto al público, las pancartas con su nombre y una gigantografía suya comiéndose un completo.
“En esta esquina, el retador, con 1,80 de estatura y 130 kilos de peso —presentó el anunciador, hasta que Bundy lo interrumpió para corregirlo. Eran 140 kilos—, directamente desde Conchalí, Región Metropolitana, es el MasterChef de la parrilla, la leyenda viviente de la lucha libre chilena, con más de 20 años de carrera, él es Perfecto Bundy”.
Lo de su rival, arrogante como el infierno, fue poco decoroso. Boris Müller ingresó con su facción “Nuevo Orden Vegano”, conformada por Richard Sánchez, Roma y Gabriel, además de unos seguidores enmascarados que ingresaron un ataúd entre medio del público. Se venía una lucha sin descalificación con amenaza sepulcral, pero su historia superó la marcha gigante de la muerte. Bundy se impuso gracias a su aguante y el ingreso sorpresivo de dos encapuchados en su ayuda. Eddie Vergara, a quien él mismo entrenó, y Wernher, uno de sus grandes compañeros en la SWA (South American Wrestling Association).
Cuando ganó, Perfecto Bundy se puso el título en la cintura y dedicó unas palabras a todos. “Chiquillos”, tomó el micrófono antes de irse. “Solamente quiero darles las gracias. Hoy día si yo perdía me retiraba de la lucha, y si no perdí fue porque cada uno de ustedes me dio fuerza para seguir. Cada uno de ustedes es el material más valioso que tiene la lucha libre, nunca se olviden que todo lo que hacemos nosotros arriba del ring no vale nada si no están ustedes para disfrutarlo. Somos un equipo, gracias por todo”.
Bajó el micrófono, lloró hacia el cielo por su papá y en esta entrevista, luego de ver la promo inicial desde su teléfono, también se conmovió. “Yo miro esto y me emociono. Me confirma que las cosas se cumplen, pese a todo”.
“Ese día había como 1.300 personas en el Club Chocolate. No estoy hueveando”, aseguró. “Normalmente, eran 500 a 600, pero esa vez había mucha gente. Eran 900 entradas vendidas, el resto eran invitaciones y espacios de prensa, pero loco, después del evento el prevencionista de riesgos dijo que menos mal que no había un inspector. Estaba todo copado, nos salvamos del manso parte”.
–Desde ese momento, ¿cómo ha evolucionado la lucha libre? ¿Qué opinas del panorama local?
–Veo difícil que pueda crecer. Siento que como nunca, hay buenos luchadores, preparados y deportistas, pero los shows son planos. Pierdo la capacidad de asombro en las primeras dos luchas. En Sándwiches & Luchas invitamos a muchos chicos nuevos, pero no tenemos una escuela. Entre medio potenciamos a CJC, por ejemplo, porque es muy bueno, pero no es un novato. Insisto, ningún luchador sube al ring con otra mentalidad que no sea dar un gran espectáculo, pero muchas veces con lo justo. No estamos traspasando algo más. En el momento que aprendamos a convertirnos en interesantes para el resto, cambiaremos. Hoy día puedes tener en el celular NJPW, AEW, WWE antiguo y nuevo, para verlo sentado en la comodidad de tu casa. Si logramos que se entienda que no es lo mismo verlo por cámara, el público comprenderá por qué esto debe vivirse en vivo.
–Por tu formación en publicidad seguro que pones hincapié en vivirla.
–Sí, y siento que cuando se logra conectar, pasa a ser un público cautivo. Entonces, trabajemos para ello. La enseñanza está en el ser, no en el hacer. Muchas veces veo que los cabros tienen el movimiento como un objetivo y no como un medio para lograrlo, pero eso también es experiencia y mandarte todas las cagadas del mundo. Es como con los arqueros, que cuando se comen 100 goles recién ahí entienden por qué no se tienen que adelantar.

–Ya conozco más de tu historia y tu perspectiva sobre la lucha libre, ahora quiero saber tus gustos. ¿Ves WWE?
–No mucho. Fuera de Gunther, no me gusta nadie. Estoy feliz por Stephanie Vaquer. Puta qué es bonito verla brillar y darse cuenta que no tiene techo. La conocí cuando peleaba en San Antonio. Ella venía a Santiago y cuando partió a México, fue como por favor que te vaya bien. Todo su trabajo y lo que ha logrado, la confianza que le tienen es impresionante. Seguro hay más altas, más ágiles, más musculosas que ella, pero termina luchando igual y a gran nivel.
–¿Ves otra empresa en la semana?
–No (ríe), pero tiene que ver con la evolución de la lucha, que muchas veces se piensa que tiene que ver con ir mejorando, pero según mi visión es que ésta solamente cambia. Y cómo ahora cambió, me cuesta empatizar con los luchadores. Antes Mick Foley entraba con un tema, salía con otro y me explotaba la cabeza.
–Ya te caché, eres fanático de ECW y de esa época.
–Claro. De cuando Shawn Michaels entraba puteando, haciendo el primer DX. Te recomiendo Wrestling Isn’t Wrestling, un documental donde Max Landis explica qué es la lucha libre. Él termina con que es un cómic, pero al mismo tiempo es acción, es Shakespeare, un montón de cosas más, y el hueón acaba con que lo único que no es la lucha libre es precisamente eso, lucha libre.
–Brígido.
–Y si quieres pon en la entrevista que Bundy te recomendó verlo, el link y todo, porque la gracia es que Landis te cuenta eso a través de Triple H, su personaje favorito, quien es interpretado por una mina. En serio, es una mina, la de Shawn Michaels también, Chyna es un hombre…
–La dura.
–También te recomiendo el capítulo de de The Simpson donde cuentan que el abuelo fue luchador en su momento, se llamaba El Glamoroso Godofredo. Hay una reflexión la raja al final. Él le dice a Bart, su pareja en un evento especial de viejos luchadores organizado por Mr. Burns, que el público es quien decide si eres el mejor o no. Si en unos monos amarillos está tan bien resumido el sentido de la lucha libre, y acá en Chile hay quienes tienen relatos del tipo hogar mal constituido igual lucha libre, no lo entiendo. Es cierto, los guiones son a prueba de hueones, pero el mensaje debe ser más claro. Por eso te digo que me gusta la época de The Undertaker, Shawn Michaels, DX. Hoy en día ves heels que no sabes si aplaudirlos porque mientras luchan parecen buenos. ¿De qué te sirve eso en una narrativa?
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Sábado 10 de mayo, 18:00 horas. Un cielo plomizo cubría Ñuñoa mientras el Galpón Wrestling se llenaba de asistentes. En el segundo piso, un ring rojo con cuerdas blancas se imponía en medio del público, mientras una pequeña barra a su costado ofrecía los famosos sándwiches a lo Bundy. En pan generoso y crujiente, con agregados cuyo exceso se esparcía ante cada mordida. Los mismos que prepara en su casa dos veces al mes, viernes a la noche, hasta agotar stock. “Si pueden cerrar la tapa, no es un Bundy”, es su eslogan.
Esa tarde me comí una de las mejores mechadas que recuerdo mientras veía en acción a Roma, Sara Phoenix, CJC, Destello y Diego Plaza, “el luchador patriota”, cuya entrada combina el himno nacional con Que cante la vida de su tocayo de apellido, Alberto Plaza. También descubrí nuevos nombres y presencié el combate de Comeniños, veterano de su generación y otro de los pilares que sostienen este proyecto. “Es el Paul Heyman de esta hueá”, respondió Bundy por su visión y el respaldo a los talentos emergentes.
Al final de la jornada, Perfecto Bundy desafió públicamente a CJC para enfrentarlo después del segundo Torneo LGTBIQ+ de junio, enmarcado en el mes del orgullo. Corona que se terminó llevando Destello en una triple amenaza ante Divinna y The Estupendo. Pero lo que más dio que hablar fue su sorpresiva alianza para formar “El nuevo Destello” con Plaza, quien ya había causado polémica un par de luchas antes, cuando entró con la foto presidencial intervenida con las frases “Hueco” y “Vota Kast” en rojo.
Mientras escribía estas líneas, me causó una honda y duradera impresión cómo logró entrelazar sus pasiones en una vivencia única, poderosa, suya. Una que quizás evoca aquella otra aventura de hace varios años, cuando fue uno de los fundadores de un proyecto igual de ambicioso: la SWA. Una apuesta que, pese a su ímpetu, nunca terminó de consolidarse por completo.
Lanzada en 2002 por Megavisión, esta agrupación de alto presupuesto aspiraba, sin éxito, a convertirse en la “WWF chilena”. En pleno auge de la Era Attitude, que La Red transmitía con gran rating en el país, esta producción quiso competir las noches de los sábados en horario prime.
“La puesta en escena que se montó en este espectáculo no tenía precedentes”, describe el artículo Historia de la lucha libre en Chile, de El Porteño. “Pantallas gigantes y un escenario de primera categoría se montaron para la grabación de los 12 capítulos que lograría esa primera temporada en el Gimnasio Olímpico de San Miguel”.
“El equipo de luchadores lucía trajes de primer nivel”, afirma la publicación. “Se formaron rivalidades, con videos tras bambalinas, pirotecnia al comienzo y final del show. Más de 2.500 personas entre sus primeras presentaciones y poco a poco, el público se inclinaba por sus favoritos. Sin embargo, la producción no lo era todo, y dado que muchos de los que conformaban el plantel de luchadores de cada velada llegaron a ese sitial por su físico, el bajo nivel de los combates y la referencia, en algunos casos, demasiado cercana al contexto Norteamericano, hicieron que el proyecto de SWA se hundiera súbitamente a lo largo de la primera temporada”.
Mi entrevistado es una voz autorizada para hablar sobre el fracaso de esta apuesta televisiva, pero antes cabe destacar que esta etapa guarda un significado especial para él. Fue precisamente allí donde surgió el nombre “Perfecto Bundy”, una evolución de “El Apuesto Bundy”, que usaba en Xtreme Lucha Libre. Harto tuvo que ver su fanatismo por King Kong Bundy y por la serie Married with Children, ya que “Bundy” se apellidaba el protagonista interpretado por Ed’Oneill.
También recuerda que al principio no tenía planeado luchar, pero terminó haciéndolo desde el tercer capítulo como parte de la dupla La Alianza Perfecta junto a Bender. Eran dos gordos entretenidos en medio de bellos musculines perfectos, modélicos, “cagaban rosas esos hueones”, reconoció con orgullo. “Después a mi compañero le cambiaron el nombre a Junior porque Bender sonaba muy parecido a Wernher, con quien terminamos los tres luchando. Y no sumaba que se confundieran”.
Estas y otras desprolijidades fueron apareciendo poco a poco bajo el intento de replicar con exageración la fórmula de Vince McMahon. La apuesta era tan ambiciosa que incluso el anunciador principal fue Pepe Yeruba, histórico compañero de Don Francisco en Sábado Gigante. Sin embargo, con el tiempo se hizo evidente la falta de pulcritud y la monotonía que marcaban sus episodios. Quien se aventure a revisar esta temporada encontrará más un resumen del estilo televisivo de principios del 2000 que un producto genuino de lucha libre.

Un ejemplo: la apertura de cada capítulo mostraba bailarinas atractivas y ligeras de ropa, que anticiparon el rol decorativo que tendrían las mujeres en todas las ediciones. Las pocas luchadoras que aparecían eran destacadas por los comentaristas más por su aspecto y lealtad hacia los hombres que por su desempeño sobre la lona.
También se recurrió a incluir extranjeros para simular una dimensión internacional, avivando la histórica rivalidad con Argentina con Luky Buzio —“Pichulotote”, en Morandé con Compañía—, la llegada de luchadores cubanos, referees peruanos y un narrador mexicano que no conocía a casi nadie. A Goran lo llamó “el luchador negro” en su debut contra Drago —también ex Morandé—, y a José Miguel Viñuela le nombró “Juan Manuel”, cuando éste no tenía el pelo blanco ni la risa de hoy en día.
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Los 12 capítulos de SWA están disponibles en la cuenta de YouTube de Vortex, quien formaba parte del elenco de luchadores. Él vestía un entero negro, se blanqueaba los ojos con lentes de contacto y se teñía rubio. A veces el mexicano lo apodaba “El Guasón”, aunque su cabello no fuera verde.
La playlist “S.W.A / South American Wrestling Association” reúne 85 videos con todas las batallas, organizadas por los nombres de los protagonistas y el número de capítulo. Al finalizar cada video aparece la firma de Vortex y Psycho Kid, otro de sus luchadores. Ninguno de estos clips —todos de menos de 20 minutos— incluye descripción, salvo el último, que funciona como una despedida y resume las intenciones, el desarrollo y el cierre de esta propuesta luchística.
“Bueno amigos, este es el último combate de la SWA. El subir los videos fue maratónico, misión cumplida. Agradezco enormemente los correos internos, tanto a mi MSN como internos en Youtube por haber subido este material. Espero que lo disfruten y que comenten, sea bueno o malo, da lo mismo. Quizás esto de la SWA fue algo muy grande que no se aprovechó, pero solo me queda la satisfacción de que estuve ahí y muchos de los que me aplaudían o gritaban ahora tienen sus propias agrupaciones”.
Lo episódico es que la última pelea fue protagonizada por Vortex, Massacre y Virus contra el campeón máximo Wernher —el mismo que lo ayudó 15 años después en CNL THE END—, Perfecto Bundy y Junior. La Alianza Perfecta entró al ring al ritmo de Party Up y sus campeonatos en pareja, y se tomaron el tiempo para exhibir una polera de Xtreme Lucha Libre acercada por el público.
La contienda solo duró tres minutos en modalidad de relevos australianos, hasta que la pelea se trasladó fuera del ring, con sillas, mesas rotas y un árbitro noqueado, quien fue reemplazado por Drago para el conteo final que hizo ganador a Bundy y compañía. Estos y otros recuerdos los trajo a colación con análisis y sinceridad. Me pidió no mencionar algunas cosas por discresión. También la necesidad de dejar otras cosas en claro.
“Por ejemplo, muchos dicen que la SWA era de Checho Hirane y no, por vez cinco mil no, dejen de repetir eso. Lo que hizo fue traer su productora y ofrecer la SWA a los medios para tener la posibilidad de firmar un contrato conveniente. De hecho, anecdóticamente, el contrato se firmó tres horas antes de que saliera el primer capítulo. Fue brígido, cuando nos contaron no lo podíamos creer”.
Perfecto Bundy tiene sus propias razones sobre el fracaso de esta apuesta televisiva que no dejó viudo a nadie. Aunque los 12 capítulos no lograron buen rating, uno de los golpes más duros fue la irrupción de Maravillozoo en el mismo canal, un programa modesto de presupuesto que encantó rápidamente y que le quitó los sábados a la SWA. Aunque para él, lo que realmente sepultó el proyecto fue la porfía de sus organizadores. No sabían de lucha libre y no simplificaron las cosas.
“Cuando WWE hace sus live shows no lleva las pantallas. Con cuea pone cortinas donde salen los luchadores. Y estos hueones querían la experiencia completa. Era muy caro y nadie nos siguió viendo, ya que intentamos mejorar lo aburrido que fue al comienzo. En esa época yo daba el ejemplo de los grupos sound, que estaban los viernes en Conchalí, sábado en Quinta Normal y Vitacura y el domingo en tres comunas diferentes. Yo decía que había que imitarlos y recorrer distintos lugares, pero me respondían que era caro, mientras ponían todas las pantallas. Puta que eran porfiados. Era nadar contra la corriente”.
–¿Por eso SWA no continuó?
–Por eso y porque muchos debutaron en la tele muy rápido. Por querer ser la copia de la WWF en Chile, lo que no se logró por números, aunque hicimos 12 capítulos que tuvieron exposición nacional. Pero exposición en serio. Ébano, el superhéroe cubano, me contó que cinco años después estuvo en Calama y unos niños lo reconocieron en el aeropuerto. Y él había salido tres veces en pantalla, cuatro a lo más. Luky Buzio, que aún es conocido, comenzó a ser famoso en esa época. Lamentablemente, se perdió una oportunidad comunicacional con rostros que pudieron potenciarse aún más. ¿Pero de qué manera, si el proyecto en sí no funcionaba?
–Ahí debutaste como Perfecto Bundy y nunca has dejado de luchar.
–Sí, del 2002 hasta ahora. Sólo paré cuando me corté el ligamento y bueno, durante la pandemia. Pero básicamente, luché todos los años al menos una vez al mes. En cierto momento los fines de semana tenía un promedio de dos o tres luchas por día. Entonces, cuando me preguntan cuántas tengo en total, yo les digo que sinceramente no tengo idea. ¿Serán unas 500?
–¿Tienes una selección de hitos de tu carrera?
–Siempre me lo preguntan y se me hace difícil decir algo. Si fuera un título, la verdad es que no me convence. Siento que uno de mis grandes hitos es acercar la lucha libre a la gente. Cuando estuve en MasterChef demostré que había lucha en Chile. Era uno de sus exponentes cocinando a nivel nacional. Un título o un evento es algo de nicho, así que me quedo con que pude mostrar ante el país un producto de calidad. Yo no me considero un gran luchador, para nada, pero tengo la experiencia suficiente para que un show sea integral. Yo no ocupo el espacio de mi compañero para lucirme, porque sé que hay 12 más que deben hacerlo.
–Como lo haces en Sándwiches & Luchas, donde reúnes de varios lados.
–Y donde yo no lucho en todos los eventos. Una vez alguien me preguntó por qué no había salido y era porque yo estaba haciendo sándwiches. Él me dijo que muchos habían venido para verme arriba del ring. Desde ahí siempre hago la bienvenida y la despedida del evento, y lucho también. Estuve en el combate contra CJC de bienvenida como un hito para el público. Es tan preciso eso que dice The Rock de conocer tu rol. Cuando encuentras tu camino todo se hace fácil porque sabes lo que tienes que hacer. Y puedes decirle sí o no al promotor, o ver cómo mejorar las cosas, pero siempre desde tu rol porque el evento es un todo.
Muchas veces se habla de que en la lucha libre está lleno de ego y es normal. Fíjate que la manifestación de nuestro ego muchas veces tiene que ver con que también otras personas se ven bien si lo tienen. Nos gusta que nos miren bajo una luz. Nos empelotamos, nos cambiamos el nombre para que se acuerden de nosotros. Todo para hacer ver bien al otro. Entonces, ¿de qué ego hablan? Los más jóvenes deben entender que si se les enseña lucha libre siempre es en beneficio del show. Ahí es donde yo vuelvo al punto. Puta, perdón si estoy muy disperso.
–No, tranquilo.
–Es que pasa lo mismo con las invitaciones. Puedes traer a un amigo a luchar, pero para salir del nicho y tener más público hay que tener a alguien más conocido que el resto. ¿Quiénes son los tres nombres más famosos en Chile? Desde el marketing, no estoy hablando de su calidad luchística. Yo creo que aquí están Luky Buzio, Ariel Levy, por ser actor, y Perfecto Bundy, por MasterChef. O te pongo un nombre X como ejemplo: Guanchulo. Nadie tiene por qué saber que el loco es bueno. Es uno de mis favoritos, lo encuentro seco y profesional, pero los de fuera del nicho seguro que no. Bueno, yo con él abriría un show, al segundo también pero contra Ariel Levy, después con otro famoso, y ya después no necesito que se enfrente a conocidos porque él ya se hizo un nombre.
Empezará a traer gente por sí solo. El nicho siempre estará, hay que pensar en la manera de llegar a más personas.
–¿Te pasó que te vieron en una parte y volvieron por ti?
–Sí, con decirte que me huevean con que soy el Compadre Moncho y que nunca podré hacer un Meet and Greet en mi vida, porque ya tengo fotos con todos.