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Corsage: la emperatriz rebelde – Las dos Elisabeth

Corsage La emperatriz rebelde Reseña
La última adaptación sobre la vida de Sisi, la popular emperatriz austriaca, falla cuando intenta seguir las convenciones del género y triunfa en la caracterización psicológica de su protagonista. En cines desde esta semana.

Por: Valentina Tagle Lorca

A partir de la segunda mitad del siglo XIX la fotografía comenzó a tener un rol preponderante en la sociedad occidental, que hasta entonces conservaba imágenes a través de la mirada en lienzo del artista de turno. Durante el invierno de 1878, Elisabeth, la emperatriz de Austria, se encontraba de vacaciones en Inglaterra, en la casa de su hermana, cuando un desconocido francés le ofreció la posibilidad de ser retratada con un aparato que prometía algo todavía más innovador que la cámara fotográfica: grabar imágenes en movimiento.

–No pienso mucho en las fotografías –señaló con desinterés–, dicen ser objetivas, pero nunca nada es objetivo”.

Corsage: la emperatriz rebelde, escrita y dirigida por Marie Kreutzer, tampoco pretende ser objetiva con su caracterización de la popular Sisi, como era conocida Elisabeth. Estrenada en la sección Un certain regard del Festival de Cannes 2022 (donde se hizo merecedora del premio Mejor Interpretación) la cinta finalmente llega a salas chilenas después de dos años de espera.

Protagonizada por Vicky Krieps (El hilo fantasma), quien da voz y forma a la emperatriz ícono de la realeza austriaca tanto por su naturaleza rebelde como por su trágico final, la historia se centra en los eventos que rodean el cumpleaños número 40 de la soberana, quien ve en esta edad una amenaza para la imagen de juventud y lozanía que llevaba tantos años cultivando. Para satisfacer estas expectativas, adopta un estricto régimen en torno a su alimentación, ejercitación e, incluso, de cuidado capilar. Asfixiada por la imagen que la sociedad (y ella misma) construyó, Elisabeth deambula por esta nueva etapa de su vida cada vez más alienada de su propia figura pública. 

El desafío de querer contar la historia de un personaje tan popular recae en que es difícil encontrar un punto de vista fresco e innovador cuando ya existe material de sobra al respecto en la literatura, la historiografía y la ficción. En el mundo audiovisual, Elisabeth de Austria es un personaje protagonista de cinco películas (contando esta), dos series y una miniserie. Todas, o la mayoría, en busca de alguna pretensión de veracidad, como si a través de este ejercicio pudieran encontrar a la verdadera Sisi. Pero nosotros sabemos que éste es un intento fútil: incluso a través de una cámara la realidad es interrumpida por un velo.

Entonces, ¿qué nos quiere contar Kreutzer?

Hay dos corrientes que atraviesan la narración que encontramos en Corsage. La primera es la más literal y también la más tediosa. Es la que vemos en el título. Corsage es una de las formas en las que podemos referirnos al corsé, la prenda de lencería femenina, hoy utilizada hasta el hartazgo (y esta película no es la excepción) como símbolo de opresión femenina (algo que hoy las propias historiadoras de la moda pondrían en duda). 

Elisabeth es una monarca, pero primero es mujer, y por ello, una persona sin voz ni voto en el reino que supone presidir. Es víctima de las exigencias de una sociedad que demanda de ella juventud, belleza y elegancia, elementos que con el pasar de los años se le escapan de las manos. Es por sobre todo un sujeto privado de la libertad que tanto disfrutan los hombres en su posición. Nada que Sofia Coppola no haya mostrado antes (más de una vez), y hay un límite en la cantidad de personajes pertenecientes a la monarquía con los que podemos empatizar al año.

Pero la otra historia, la más sutil y la mejor lograda, es la del propio desprendimiento que atraviesa Elisabeth de su yo, una lucha interna a la que podemos acceder en mayor medida gracias al talento de Krieps como protagonista. Hay un quiebre irreconciliable, motivado por su llegada a las cuatro décadas, entre su figura pública y su figura privada. La última es un espacio en ella misma al que no tiene acceso si no es mediante la invocación de una personalidad más infantil, sin las ataduras que la transformaron en Sisi, la emperatriz de Austria, y más en Elisabeth, hija, hermana y mujer.

Frente al camarógrafo se pregunta si es posible que la grabación tenga sonido, anteponiendose sin imaginarlo a la idea de cine moderno que hoy compartimos. Al confirmarle que eso no es una posibilidad (pero sí una buena idea) se le presenta la oportunidad de decir lo que sea frente una cámara que nunca podrá reproducir su voz. Es una escena que se desarrolla temprano en la cinta pero que otorga el tono correcto al desenlace de su tragedia. Así que frente a la cámara, ella grita. Y solo podemos imaginar lo que pudo decirle a los cuatro vientos pero sabemos, entendemos, que es la misma fuerza que termina alejándola de la persona que creó para su imperio y la rompió hasta ya no poder reconocerse en ella. Como vivir en tu propia película muda.

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