Por: Pablo “Alga” Rojas
En los últimos años, hemos sido testigos de un fenómeno que parece, más que interesante, terrorífico: Nayib Armando Bukele Ortez asumió como presidente de El Salvador en 2019, y desde ese entonces desató una guerra total contra las pandillas, con el objetivo de que el país vuelva a una seguridad absoluta. Si bien esto ha sido aplaudido por sus seguidores, también ha aleonado a un sector absolutista de la sociedad.
Muchos creen que esto es un modelo digno de imitar, y que todos deberíamos tener a un mandatario como él. En Chile, por ejemplo, se ha vuelto popular la frase “Necesitamos un Bukele”, para dar por terminada una fuerte crisis de seguridad que experimenta el país. Gente influyente y autoridades se pasean por los canales de la televisión imitando sus discursos e incluso prometiendo seguir sus pasos debido a la admiración que genera.
Sin embargo, hay otros que advierten que esta metodología sería una derrota absoluta de lo que conocemos como democracia y que nos llevaría a una dictadura donde se eliminen no solo nuestras libertades individuales, sino que también vivamos en algo parecido a una serie que por estos años cumplirá su vigésimo aniversario: Death Note (2003)
Esto recuerda al caso de un personaje de ficción que se asemeja mucho a lo que busca la gente en este mandatario. Un tipo que se crea Dios y pase por encima de cualquier limitante, con el fin de satisfacer no sólo su propio ego, sino que su distorsionado concepto de justicia. Bukele es nuestro Light Yagami latinoamericano, sin una death note, pero con el poder suficiente para hacer lo que se le plazca.
La moral Light Yagami: ¿El Bukele absoluto?
Publicado entre el 2003 y 2006 por la revista Weekly Shōnen Jump, Death Note narra cómo un joven con una inteligencia más allá del promedio obtiene un extraño cuaderno que tiene la capacidad de darle muerte a cualquier persona en el mundo solo con escribir su nombre y conocer su rostro.
Al principio, Light comienza a experimentar con este nuevo poder, con el cual incluso conoce a un shinigami (dios de la muerte de Japón), llamado Ryuk. Pero poco a poco, el poder lo va corrompiendo, usando un concepto de justicia absoluta para asesinar a cualquier criminal que perturbe a la sociedad. Poco a poco se va convirtiendo en un Dios entre los hombres.
Si bien el conflicto son los puntos de vista que tiene Light Yagami y L —el detective prodigio que se propone a capturarlo con los métodos que sean necesarios— me quiero detener en el carácter del primero. Si bien al principio parece que este poder es algo que todos deseamos (acabar con el mal del mundo) de a poco va haciendo mella en su juicio.
Para Kira, apodo que comienza a usar Yagami y que significa Dios, no existe presunción de inocencia, no hay perdón, no hay redención. Bajo sus reglas, el criminal merece morir. Esto es algo que hemos escuchado muchas veces en nuestras vidas. Difícil no recordar con esto como durante esta semana, un chofer asesinó a dos personas que intentaron asaltarlo. Los comentarios celebraban esta acción en redes sociales como un acto de justicia.
Pero volviendo a Kira, después pasa a asesinar a quien sea que esté a punto de descubrir su identidad, incluso si se trata de su propia familia. Hay un diálogo que muchos deberían recordar. La hermana de Light entra a su pieza de forma repentina, pero no se da cuenta de nada. Luego, este mismo dice que se salvó, porque de haber sido descubierto habría anotado el nombre de su hermana para matarla y mantener su actividad a salvo. ¿Su héroe, señores?
Ya dicho esto, y sin querer spoilear las maniobras manipulativas que usa para escapar de la sospecha de L mientras finge delante de su propio padre, quien es el jefe de policía encargado de dar caza a Kira, Yagami es en ficción lo que Bukele parece ser en la realidad. Tiene la misma ideología, solo que apoyado por un poder más sobrenatural.
Bukele es nuestro Kira… Y no queremos un Kira
En una entrevista con el expresidente de Costa Rica, Luis Guillermo Solis, en la BBC, este dijo que apostarle a una estrategia como la de Bukele: “Constituye un problema que puede tener consecuencias muy grandes sobre la totalidad del sistema político y lanzar a los países de la región a esquemas autoritarios, autocráticos e incluso a dictaduras que no le convienen a América Latina”.
Esto se argumenta cuando la estrategia no solo se basa en: “meter a los malos a la cárcel, sino que tiene precedentes: un control del Poder Legislativo primero, un nombramiento a veces inconstitucional de jueces adeptos al gobierno después, el control del Judicial como último objetivo, lo cual rompe con el necesario balance entre los poderes de una república democrática, y finalmente la aplicación de una ley que no se basa en el Estado de derecho”.
Algo así conllevaría encarcelamiento a cualquier persona que piense distinto al poder dominante, por el simple hecho de “sospecha” ¿No les suena eso? No importa si no eres narco, el hecho que te acusen de ser uno bastaría para que termines tus días en una cárcel repleta de gente, o peor… Muerto.
En el diario El País, uno de los encarcelados de Bukelé habló indicando que a él lo detuvieron por una denuncia anónima. “De mi casa me sacaron. Ya venía para el trabajo. En la ficha policial pusieron que me habían agarrado en otro lugar, que estaba con un grupito de gente de la MS. Yo pedí a la Fiscalía que hicieran la corrección, porque de mi casa me sacaron y yo no conozco a esa gente”.
Esta realidad es igual a distintas dictaduras de Sudamérica entre los ‘70 y ‘80, donde se usaba la detención por sospecha para eliminar a los “enemigos de la patria” o cualquiera que tuviese la apariencia que no calzaba con el bien común. Esto hacía que todos estuviesen preocupados por no hacer enojar al “líder supremo” o que alguien los traicionase entregándolos a él.
Kira tiene esa misma ideología. En algunos capítulos, posterior a la muerte de… Ya saben quién (Les juro que estoy intentando no spoilear), se ve a un mundo que, a pesar de ser más seguro, vive con miedo de no hacer enojar a este Dios ante la más mínima incomodidad o pensamiento contrario a la filosofía absolutista que tiene.
Lo peor es que Bukele es una mente peligrosa, piensa en su ego, y los egos se corrompen con facilidad. Matar a quien piense distinto a tu idea de justicia con tal de demostrar que tu concepto es correcto, no es algo lejano a lo que haría un Kira.
Nosotros no queremos a alguien capaz de invertir el capital de todo un país en Bitcoins de poca seguridad, que elimine la presunción de inocencia, tome todos los poderes del Estado y comience a matar la democracia de a poco.
El peligro de los falsos Kira
El hecho de que gente como Rodolfo Carter, alcalde de la comuna de La Florida (Chile), se pasee por los medios imitando a este líder y copiando sus palabras (a pesar que este lo niegue, ha demostrado admiración y ha pedido imitar algunas de sus medidas), da cuenta que estamos en un peligro de que este discurso sea socialmente aceptado.
Tal como ocurre en Death Note, donde incluso aparece “La voz de Kira”, un tipo que informaba de los movimientos de su “amo”, aquí tenemos a “La voz de Bukele” en todos quienes piden que canonicemos una dictadura con tal de vivir “felices y tranquilos”.
Pero no solo eso, también existirán los “falsos Kira”, que si bien en el manga son los que actúan siguiendo sus pasos por admiración y son aprobados por el mismísimo Light, acá son aquellos que hablan con las ideas del presidente salvadoreño como si fueran su representación local. En mi país esto se ve en Rodolfo Carter, Gaspar Rivas, José Antonio Kast o en esos movimientos que se dicen llamar “Patriotas”.
Si conseguimos que este pequeño Kira llegue a cada país, con su propio representante, estaremos en peligro de perder el único valor que tanto a Izquierdas y Derechas les gusta presumir: Libertad, tanto de acción como de pensamiento. Viviremos en la sociedad utópica de Light Yagami, quizás sin criminales, pero con el miedo que el discutir sus métodos nos convierta en malvados bajo su concepto de JUSTICIA.